Una serpiente de gran tamaño, con cabeza y alas de dragón y cuerpo de color verde y rojo. Sus escamas son durísimas y sólo se le puede dar muerte hiriéndole en la garganta o haciéndole trag...
Habita en la espesura de los bosques, en los torreones de los castillos en ruina y en las fuentes de gran cavidad subterránea. Su misión es la de custodiar fabulosos tesoros y personajes encantados. En la mañana mágica de San Juan el Cuélebre se aletarga, o pierde su poder, y es cuando pueden ser rescatadas sus prisioneras (Ayalgas o Atalayas), con sus fantásticos tesoros. Tiene sus orígenes en las creencias de los pueblos que habitaban por aquellos tiempos en estas tierras; la serpiente siempre ha sido el animal mítico por excelencia, guardián de los tesoros más preciados por el hombre, que son el saber y la tradición esotérica de su cultura, nada tiene que ver con los "tesoros" de oro y joyas que vienen recogidos en las tradiciones orales asturianas. el cuélebre tiene lengua bífida y un cuerpo lleno de escamas, habita en las cuevas y a él se le encomienda la tarea de guardar los mundos subterráneos donde habitan las razas ocultas a los ojos de los hombres; estos accesos están, generalmente, ocultos pero hay casos en que las razas de los pueblos subterráneos buscan jóvenes humanas para convertirlas en su gente y estas hacen compañía al cuélebre en su reposo guardián dentro de las grutas; ellas, con sus dulces cánticos lastímeros atraen a los pastores y viajeros que pasan por sus cercanías no se entiende muy bien este proceder, quizá en tiempos más lejanos buscaban contactar con los seres humanos, o tal vez, estas caprichosas gentes tenían otros motivos que no podemos conocer en la actualidad los valientes que deseaban los tesoros ocultos en el interior de las cavernas debían matar primero al cuélebre que moraba en su interior, muchas veces eran ayudados por las jóvenes, pero otras veces debían enfrentarse solos a semejante prueba los aventureros entraban en el interior de la cueva y el cuélebre detectaba su presencia en la oscuridad, nada puede evitar que la temible bestia despierte de su letargo secular; la sola visión del animal hace palidecer, y muchos son los que al quedar paralizados por el terror son devorados por la bestia infernal, otros de animo más templado, intentan clavar su espada en la lengua del cuélebre, única manera de acabar con su maléfico poder.